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19 abril, 2025

Young Americans, cincuenta años del disco con que David Bowie conquistó Estados Unidos

Recostado en el soul y el rymth & blues y con una lírica que ejerce una aguda crítica al paisaje de tensiones y desigualdades sociales de la Norteamerica de mediados de los 70, el álbum fue una muestra de la capacidad de innovación de Bowie y de su potencial para mudar de ropaje musical generando increíbles nuevas instancias para el rock, erigiéndose como uno de los mejores de su prolífica producción y dejando una estela innovadora que se prolonga hasta la actualidad

Juan Aguzzi

En 1975, el híper creativo cantautor David Bowie daba un giro en su propuesta musical que suponía ingresar a un universo rítmico sustancialmente distinto del que se movía. Fue una suerte de transición desde el glam –ya posicionado como quien mejor despliegue le otorgó a ese subgénero– hacia algo que el mismo Bowie denominó «plastic soul», es decir, una nueva instancia musical que parecía desprenderse de su práctica habitual y buscaría afirmarse como algo distinto.

Ese movimiento se plasmó en el disco Young Americans, donde da cuerpo a un sonido apoyado en la intensidad emocional del soul negro estadounidense conjugándolo en un terreno experimental refinado y exquisito, ya algo más melódico y por momentos bailable, y sin los iracundos riffs tan propios de su bagaje. Ese disco, 50 años después, sigue enarbolando una estela innovadora y se erige como uno de los mejores de su prolífica producción, una posición meritoria teniendo en cuenta la cantidad de exquisitos registros del Duke blanco.

Primer gran suceso musical de Bowie en Estados Unidos 

Sin descuidar su lírica directa que sopesa el paisaje de la época ni su estilo vocal expresivo, el concepto que subyace en Young Americans pone en escena las problemáticas juveniles de identidad y alienación en un entorno socio político complejo –el de mediados de los 70– con un Estados Unidos derrotado en la Guerra de Vietnam –una derrota de los imperios de Occidente en su extensión– y el desguace que ese escenario produjo a partir de tensiones y desigualdades sociales.

El álbum sería producido por su ahora también legendario amigo Tony Visconti y fue grabado íntegramente en estudios de Filadelfia donde abundan elegantes detalles y sofisticados coros. Young Americans resultaría el primer gran suceso musical de Bowie en Estados Unidos con una receta musical que, además de soul, ensamblaba funk, rymths & blues y rock en una síntesis superlativa. Y, como se señaló, entre otras cuestiones sus letras referenciaban los asaltos represivos a la comunidad negra norteamericana –con la mención a la activista Rosa Parks–, el affaire Watergate que volteó al republicano Richard Nixon y hasta las huellas del dañino macartismo que permearon las décadas del 50 y 60.

Poco después de su salida, el disco alcanzaría el puesto 10 en los rankings estadounidenses más notables y un tema, “Fame”, surgido de una composición conjunta con John Lennon –con quien se cruzó azarosamente en Los Ángeles a principios de ese mismo año–, quien además canta, treparía al primer puesto en los tops de canciones de ese año. Anteriormente y cada vez que se veían, ambos músicos se prometían componer una canción porque compartían gustos y preferencias y pensaban que algo interesante podía surgir de esa intención.

En la letra de “Fame” puede escucharse una aguda mirada a los excesos a los que conduce justamente la “fama” y las contradicciones que surgen cuando quienes la experimentan comienzan a ser otros. Otra particularidad de este disco es la fulgurante versión que Bowie hizo de la también enorme “Across the Universe”, el tema que Lennon hizo para el álbum benéfico No One’s Gonna Change Our World (1969) y luego aparecida en Let It Be (1970), ya con arreglos de Paul McCartney.

Una singular mirada al “american way of life” de la época

Para la tapa de Young Americans Bowie había pensado en una ilustración del emblemático dibujante Norman Rockwell, quien representó mejor que nadie en sus trabajos las expresiones sociales estadounidenses –son famosas sus escenas idílicas de la vida cotidiana de su país– y tal vez el más conocido por cómo sus trabajos se reprodujeron en todo el mundo. El Duke pensaba que Rockwell captaría mejor que nadie su singular mirada del “american way of life” de la época y el espíritu musical que la animaba, su crítica a la descomposición en un país definitivamente fragmentado.

Pero esa portada no pudo ser porque Rockwell, que moriría tres años después, pidió seis meses para formularla. Finalmente, la tapa de Young Americans fue armada con una foto de él mismo tomada un año antes en Los Ángeles y que Bowie guardó con el anhelo de usarla alguna vez en algún disco. Este paso diferente en su carrera, es decir, su salto musical desde el éxito y la fama mundial cosechados luego de The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars, su impresionante quinto álbum de estudio, trajo aparejado algunos desajustes en su vida relacionados con el consumo de sustancias, sobre todo de cocaína, la droga del momento en Estados Unidos –había destronado a la heroína dada la alta cantidad de cadáveres que esta última había dejado–, con su potencia energizante y su contagioso glamour de época.

Claro que su abuso –como ocurre con cualquier sustancia y principalmente con las de origen químico– trae inconvenientes muchas veces difíciles de salvar, y de algún modo eso ocurrió con Bowie al momento de grabar Young Americans, cuando su ingesta de “cocaine” era permanente e intensa, y generaba estragos en su humanidad. Hasta su piel había cambiado, volviéndose amarillenta, y su figura se adelgazó más con todo lo que eso significaba en un tipo bien flaco como era Bowie. En la meca de la cocaína, Bowie se volvió rey por un rato.

Algunos de esos sesionistas se convertirían en sus laderos en presentaciones en vivo y en otros discos, como ocurrió con el  imaginativo guitarrista de origen portorriqueño Carlos Alomar, quien lo acompañaría hasta Never Let Me Down (2017). También participaron el pianista Mike Garson; el saxofonista David Sanborn; el batero Andy Newmark; el bajista Willie Weeks; los percusionistas Pablo Rosario y Larry Washington, y coristas comandados por Luther Vandross. Así, Young Americans fue una muestra de la capacidad de innovación de Bowie y de su potencial para mudar de ropaje musical generando increíbles nuevas instancias para el rock, que nunca dejó de ser su esencia.

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