Los Piojos regresaron con todo y eligieron Rosario como una de las seis ciudades para desplegar todo su repertorio, el cual dominó los escenarios entre 1989 y 2009, año que inesperadamente pusieron en pausa al grupo. Rosario fue sede de varios shows de la banda de El Palomar y el de octubre de 1999, cuando la masividad golpeó la puerta de Los Piojos, quedará en la memoria de las 2.500 almas que asistieron al Patio de la Madera.
Esa calurosa noche del 16 de octubre de 1999 no fue un recital más para la historia de Los Piojos y su relación con Rosario. Luego de pasar por bares del under rosarino y el Centro de Expresiones Contemporánea, la banda cumplía 10 años y lo celebraba en el Patio de la Madera, uno de los históricos espacios para recitales, graduaciones y shows en general de Rosario.
La Capital registró el paso Los Piojos en Rosario. Un espectáculo que peligró hasta horas antes de comenzar, más de dos horas de música, un calor insoportable, un público fiel y similar al de una cancha de fútbol, mujeres, piojillos y “desprejuiciados”, en una noche con espíritu Stone.
El recital en Rosario
“Fui uno de los primeros, aproveché que había unos chicos con una bandera, ni los conocía y me mandé hasta adelante de todo. Me acuerdo porque empezaron con Te Diría, que me encanta”, recordó ante La Capital, Pedro, uno de los integrantes del público aquella noche y hoy con 55 años ya espera ansioso el “ritual” del sábado.
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Esa calurosa noche, Pedro llegó solo, como era habitual, conduciendo su auto desde la zona de Bv. Segui y Camino Aldao. Una novia no muy adepta a los recitales y sus amigos “bien ricoteros” no le hacían “pata”, pero el con 29 años ya había tomado la “costumbre” de asistir a eventos solo.
Al antiguo Patio de la Madera se ingresaba por el parque y el escenario estaba de espalda a calle Cafferata, contrario a lo que hoy sucede con el Bioceres Arena, el espacio cultural que hoy ocupa el predio. La “previa” en el parque junto a la antigua fuente era moneda corriente. Cientos de piojos, entre ellos Pedro, se reunieron a la larga espera de que se abran las puertas, “había muchos de otras ciudades con banderas siguiendo la costumbre de leer las banderas”. El calor intenso y la gran cantidad de banderas, una moda que estaba recién llegando a los recitales de rock, le quedarán en la retina de una noche “con mucho bardo”.
La noche piojosa
El 16 de octubre de 1999 la función comenzó a las 22.45, un horario difícil de conseguir por estas épocas. Las puertas del Patio de la Madera se abrieron a las 21 y más de las 2.500 personas que compraron entrada esperaron en “el cubo de hormigón”, como retrató el periodista Marcelo Menichetti, en su crónica del recital para este diario hace más de 25 años.
“Te Diría” fue la primera canción y rápidamente se “estableció una línea entre los músicos y el público, a través de la cual circuló una alta dosis de energía”. Esa noche, Los Piojos presentaron “Ritual”, su quinto disco y el primero en vivo.
“Banderas flameando, torsos desnudos y un ululante coro confundió al público con la popular de cualquier cancha de fútbol ”, describió La Capital de esa noche. El jolgorio de los rosarinos y foráneos que llegaron a la zona de la terminal de ómnibus Mariano Moreno se podía sentir en cada línea de la crónica y las fallas en la acústica y sonido del lugar no hicieron mella al disfrute de Los Piojos.
Bengalas pasaban de mano en mano. Claro está, el recital se produjo varias años antes de la tragedia de Cromañón. Hoy ver pirotecnia en el rock es impensado. “Alguna que otra bengala inquietó a los numerosos policías que establecieron un férreo control del concierto, pero todo quedó en el marco festivo de una adhesión fogosa y transpirada”, retrató Menichetti.
“Chac tu chac”, “Ay, ay, ay”, “Maradó”, “Agua”, “Angelito”, fueron algunos de los temas que Andrés Ciro Martínez entonó aquella noche. La Capital destacó la combinación de estilos, una característica en toda la carrera de Los Piojos y esa noche “Vidala de la Copla” del “Chango” Rodríguez sonó en la voz del frontman.
Para cerrar la “caldeada atmósfera casi irrespirable”, la banda de El Palomar desplegó “Babilonia”, “Fumigator” y “Arco”. La noche llegaba a su fin y “casada, sudorosa y feliz, la legión piojosa se retiró cantando. Como si su equipo preferido se hubiera quedado, otra vez, con los tres puntos”.
Pedro fue una de las 100 personas que vieron a Los Piojos en el exbar Luna, a comienzos de los 90. Era la primera vez que tocaban en Rosario y los dos temas que sonaban en la radio, “Pega Pega” y la versión rock de “Yira, Yira”, lo llevaron a conocer una banda que lo acompaña hasta el día de hoy. Fue en el verano del 2009 cuando los vio por última vez en la presentación del último disco Civilización (20009) en el Hipódromo de Rosario, el mismo lugar al que asistirá este sábado y donde presenciará un show más, después de 16 años. “Lo de Los Piojos siempre estuvo amortiguado por Ciro y Los Persas”, manifestó exponiendo su ansiedad en la previa de un ritual más.
Mujeres, “piojillos” y bengalas
Al cronista de La Capital ese recital le dejó varias imágenes. Además de la pasión y el calor dentro del salón. Menichetti destacó la presencia de mujeres sobre el escenario, pequeños fanáticos, algunos “desprejuiciados” y una organización “de terror”.
Ese 16 de octubre de 1999 la Municipalidad de Rosario zigzagueó con la habilitación del Patio de la Madera para poder tocar. Dos días antes se había suspendido el show, pero negociaciones entre los organizadores y las autoridades dieron su fruto minutos antes de la hora programada, a pesar de la presencia de “una mujer acompañada por dos niños” que tras “un acalorado diálogo” puso en duda la presentación. “Hubo que superar momentos de extrema ansiedad (…) el numeroso público no quería perderse la actuación de sus preferidos y los músicos no entendían casi nada de lo que estaba sucediendo”, contó Minichetti y planteó una incógnita sobre los cientos de “piojosos” que llegaron desde ciudades y provincias cercanas: “Si el concierto se suspendía era imprevisible lo que podía suceder con esos pibes que ahorraron peso sobre peso para llegar a Rosario”.
Otro dato llamativo es que, si bien el público rondaba los 20 años, el periodista de La Capital remarcó la fuerte presencia de niños, “piojillos”, que se sumaron a sus padres o hermanos “pata” que lo llevaron al concierto.
Ya con el recital en su auge, “las imágenes de una noche caliente”, un apartado en la nota publicada dio cuenta de la presencia de mujeres arriba del escenario. “Nicol y Andrea”, según el relato, caminaron entre los músicos paseando “sus gigantescas y sinuosas humanidades despertando aullidos entre los sudorosos fans”.
“Asco”, subtituló en otro tramo. Allí puso en palabra la dificultad para llegar a los baños y el accionar de “muchos desprejuiciados” que se dirigían al rincón sudeste del auditorio, ya dentro del recital, para utilizarlos como baños “sin la menor preocupación”. “Eran prolijos jóvenes, en algunos casos acompañados por sus parejas, que los esperaron”, describió la crónica y agregó el padecimiento de una madre y tres niños de entre 7 y 8 años, sentados en dicha esquina que veían cómo llegaban los primeros muchachos a directamente orinar.
Por otro lado, el sofocante calor fue el caldo perfecto para desmayos y desvanecimientos. Otros elegían salir antes de terminar para evitar males mayores. Un joven tendido sobre el parque y con el torso desnudo y zapatillas a un costado atinó a estrujir su remera “de la cual deliberadamente chorreaba transpiración”, detalló.