A quince años de la ley de matrimonio igualitario, en los registros civiles de la provincia se realizaron unos 1.500 casamientos entre parejas del mismo género. Si bien el número es estimado, porque las uniones no se registran en forma discriminada, para los activistas de la comunidad Lgtbiq+ dan cuenta de la importancia de una norma que “puso a todas las personas en el mismo plano de derechos”. Recuerdos de una jornada histórica que posicionó a Argentina se posicionó como el primer país de América Latina en legalizar estas uniones, en un presente que se muestra esquivo.
El 15 de julio de 2010 fue un día muy largo. Los debates en el Congreso sobre el proyecto de ley de matrimonio igualitario (Nº 26.618) habían comenzado la jornada anterior, poco después del mediodía, y la iniciativa fue aprobada en el filo de la madrugada. La norma que permite el matrimonio entre personas del mismo sexo fue ampliamente celebrada: llegaba después de largas luchas de militantes de la diversidad por el reconocimiento de derechos.
Santa Fe fue una de las provincias del país que dio escenario a esas luchas. Unos años antes de la aprobación de la ley nacional, se había presentado en dos oportunidades, en 2003 y 2007, un proyecto de ley de Unión Estable de Parejas, para legalizar la convivencia de personas, con independencia de su sexo u orientación sexual. Sin embargo, nunca pudieron atravesar el debate en el Senado.
Con la ley ya aprobada, Rosario fue una de las primeras ciudades en celebrar matrimonios. El 31 de julio de 2010 se casaron Martín Peretti Scioli y Oscar Marvich. Ambos habían intentado casarse en el registro civil del Distrito Centro en el año 2008, pero en ese momento la jueza les negó la posibilidad argumentando que el Código Civil no habilitaba el matrimonio entre dos hombres.
El último día de julio, al mediodía, en cambio, pudieron dar el sí en medio de una ceremonia realizada en el ex centro de convenciones Patio de la Madera (actualmente Patio del Mercado) y los medios de comunicación presentaron la noticia como el primer casamiento gay rosarino.
En aquel mismo año, pero en agosto, Ana Romero y Nélida Ruiz Días fueron las primeras mujeres en salir del Registro Civil con la libreta de matrimonio tras 14 años de convivencia.
Demanda en el Registro Civil
Poco tiempo después, las oficinas del Registro Civil empezaron a recibir la demanda de parejas extranjeras que no podían casarse en sus países de origen. En 2012 llegó la boda de Simón Cazal y Sergio López, ambos activistas de la organización no gubernamental Somosgay de Paraguay. Las madrinas de la boda fueron la ex intendenta Mónica Fein y la ex diputada nacional por el socialismo Silvia Augsburger, una de las autoras del proyecto que dio luz verde al matrimonio igualitario.
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Apenas algunas historias de un largo camino.
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Ni capricho ni moda
De acuerdo a estimaciones de las oficinas del Registro Civil de la provincia, desde que se aprobó la ley de matrimonio igualitario, 1.500 parejas de la comunidad Lgtbiq+ se casaron en todo el territorio provincial. Desde la dependencia provincial afirman que la cifra es aproximada, ya que estas uniones se anotan como cualquier otro matrimonio.
Lo cierto es que el dato demuestra que no se trata de un “capricho” o “una moda”, argumentos en los que se basaban los sectores conservadores que resistieron la sanción de la ley. En Rosario, donde se celebran unas 3 mil bodas al año, los matrimonios igualitarios representan el 3,5 por ciento del total, de acuerdo a un informe presentado el año pasado por el municipio, en base a datos de 2023.
Para Guillermo Lovagnini, activista histórico y actual conductor del programa de streaming “Incómodos/as”, la ley permitió ni más ni menos que “una parte de la población de nuestro país pueda sentirse con los mismo derechos que el resto”. Fue, explica, en el plano simbólico, un reconocimiento “de ser ciudadanos plenos, sin diferencia del resto de la gente o de cualquier otro tipo de parejas”.
Pero además, señala, el matrimonio significó el acceso a una obra social, tramitar un crédito en conjunto o no quedar en desamparo ante la muerte de la persona con quien compartieron la vida. “Cuando formamos el Colectivo Arco Iris, en los 90, la gente se acercaba a nosotros para contarnos que se les había muerto su pareja y la familia los había dejada sin ninguno de los bienes que habían construido en común. Sin embargo, antes de la ley no teníamos nada para ofrecerles. No teníamos herramientas que impidan que el esfuerzo de dos personas se diluya en las manos de terceros, a quienes no les correspondía”, recuerda.
“Fue un hecho histórico, un avance en el terreno de la igualdad. Argentina dio el ejemplo siendo el primer país de América Latina en legalizar el matrimonio igualitario”, concluye y destaca que “la ley fue resultado de una larga lucha de activistes de todo el país que costó mucho, que dejaron sus intereses personales de lado y salieron a luchar por una ley”.
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Ganar derechos
Eugenia Sarrías es referente de la agrupación Las Safinas y coordina el centro cultural La Vulvería. “Hace quince años salimos a la calle para defender el derecho a tener derechos“, dice y señala que antes de la ley “había un sector de la población que por su orientación sexual, su deseo, su gusto o su amor era visto como sin derecho, siquiera. a la visibilidad de sus relaciones. Nuestros vínculos no tenían derechos sociales, económicos y tampoco políticos”.
Ese 15 de julio, mientras el matrimonio igualitario se debatía en el Congreso, Sarrías estaba en la plaza. “Eramos muchos esperando el resultado de la votación y sabíamos que no iba a ser fácil. Por eso, cuando se aprobó la ley fue una gran alegría e inmediatamente empezamos a pensar un plan de acción para que se hiciera realidad”, dice.
El acalorado debate en el Congeso, dice, fue un reflejo de lo que sucede en la sociedad. “Demostró que gran parte apoya y aprueba nuestras existencias, nuestros vínculos, nuestras maneras y nuestras identidades.Y hay también gran parte de la sociedad que sigue discriminando, que sigue obstaculizando el acceso a derechos”, señala. En los casos más extremos, advierte, “ha llegado a quitar la vida de compañeros, abusar a compañeros por el solo hecho de ser diversos”.
Recuerdos conjugados en presente
La ley de matrimonio igualitario se aprobó con treinta y tres votos a favor, veintisiete en contra y nueve abstenciones. Como sucedió después con otras leyes, como la de identidad de género o el aborto legal, el debate fue transversal. Las crónicas de esa jornada reflejan, por ejemplo, que el presidente del bloque del Peronismo Federal, el ex diputado Felipe Solá votó a favor de la iniciativa, pero 22 diputados de su espacio votaron en contra. En la Coalición Cívica pasó al revés. Su titular Lilita Carrió se abstuvo, pero la mayoría de sus legisladores votaron a favor.
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Ese día, Lovagnini y sus compañeros de la Asociación Civil Vox, habían viajado a Buenos Aires para seguir de cerca los debates en el Congreso. Se alojaron en un hotel a pocas cuadras, a donde habían ido a descansar un rato cuando llegó la noche. “Escuchamos la fiesta en la plaza, pero ya estábamos agotados y decidimos volver a Rosario. Celebramos cuando llegamos a la ciudad, en la plaza Pringles, era una noche helada”, recuerda.
Aún así, ese recuerdo le resulta más cálido que el presente. “Creo que hay que aprovechar estos quince años de matrimonio igualitario para reafirmar que las conquistas de derechos no son para siempre, que hay que defenderlas“, advierte y repasa los exabruptos del presidente Javier Milei hacia la comunidad Lgbtqi+.
“Creo que en la actualidad vemos que existe una amenaza a estas conquistas, tanto por parte del gobierno nacional como lo que sucede a nivel internacional, pero al mismo tiempo me maravillo con la marcha de febrero (en repudio a las expresiones discriminatorias del presidente Javier Milei en Davos) donde no sólo salió a la calle la comunidad Lgbtiq+, sino que salió todo el pueblo a apoyarnos porque, creo, la sociedad argentina metabolizó la homosexualidad, entendió que no se podía quitar derechos a una parte de la población y lo dijo de una forma contundente”.