El exministro de Economía, Hernán Lacunza, rechazó el diagnóstico de la expresidenta Cristina Kirchner, quien aseguró que “el modelo de Milei tiene fecha de vencimiento”. Sin embargo, advirtió que el Gobierno deberá alcanzar medidas concretas, como la acumulación de reservas propias y la disminución del riesgo país. “Si fuera gobierno, te diría que sin estabilidad no hay nada, pero con la estabilidad sola no alcanza”, afirmó en Modo Fontevecchia, por Net TV, Radio Perfil (AM 1190) y Radio JAI (FM 96.3).
Hernán Lacunza es economista y fue ministro de Hacienda entre agosto y diciembre de 2019, en los últimos meses del gobierno de Mauricio Macri. Desde diciembre de 2015 hasta agosto de 2019, fue ministro de Economía de la provincia de Buenos Aires durante la gestión de María Eugenia Vidal. Actualmente es vicepresidente de Racing y dirige la consultora Empiria. Esta semana, la Fundación Pensar, el think tank del PRO, difundió un informe crítico sobre el Gobierno, que lleva las firmas de Silvia Lospennato y de Hernán Lacunza. En la sección económica sostuvieron: “El desafío no es solo estabilizar, es transformar la estabilización en un desarrollo. Hace falta mucho más que ajuste fiscal. Hace falta reglas, instituciones y consensos”.
A un año de la ley Bases, la Fundación Pensar criticó los resultados económicos del Gobierno
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¿Que se haya cumplido un año del RIGI y no hayan llegado las grandes inversiones en la proporción que se esperaba es un síntoma de que hacen falta otras cosas?
Pensaba en tu introducción y me acordé de la serie “Borgen”, que trata sobre la política danesa. Uno se pregunta qué problema pueden tener en Dinamarca, donde el PBI per cápita son 70.000 euros, pero el camino al desarrollo no termina nunca, es insaciable. Siempre se discute la misma vocación de poder con la misma pasión. Ese poder puede ser altruista o egoísta, pero el camino al desarrollo es infinito y también es secuencial. Si fuera gobierno, te diría que sin estabilidad no hay nada, pero con la estabilidad sola no alcanza.
Hoy tenemos mayor estabilidad que antes, pero el ingreso disponible es un 10% inferior, lo que genera menos consumo y menos bienestar. Uno se puede preguntar cuántas veces hemos tenido procesos truncos de estabilización que empezaron bien y terminaron mal. Entonces siempre hay que mirar las luces amarillas que se van encendiendo en el tablero. Hay que agarrarlas mientras son amarillas, porque cuando son rojas ya es tarde. Ese es el espíritu o el enfoque con el que Fundación Pensar abordó este tema ahora, a un año de la aprobación de la Ley Bases, respecto a cómo estábamos en aquel momento.
Uno de los temas del informe es el RIGI. Solamente se concretaron cuatro grandes inversiones y hay trece en proceso. Es claro que un país de 47 millones de habitantes no se mueve con cuatro inversiones, pero es lógico. Las inversiones no llegan porque vos les pongas un mejor marco impositivo. El RIGI lo que hace es bajar impuestos y dar acceso a las divisas el día que quieran disponer de ellas, pero no alcanza solo con eso. La continuidad de los regímenes preferenciales dependen de que el resto funcione. Mil veces hicimos regímenes preferenciales que después se abortaron. No es nada más que un régimen preferencial, sino que es necesario que el marco macroeconómico sea consistente. Eso implica reglas laborales, de comercio y cambiarias, por ejemplo. Y todo eso todavía no se hizo.
Mencionaste que se está logrando una estabilidad en una proporción significativa. Pero el ingreso de las personas es en promedio un 10% menos, y eso afecta al consumo. ¿Había otra forma de poder producir la estabilidad o el camino a la estabilidad sin afectar el consumo en ese 10%, o era inherente a cualquier ajuste?
Al principio, seguro que no. Para ser preciso, estoy hablando del ingreso disponible. ¿Qué es el ingreso disponible? Es lo que le queda a una familia para ir al supermercado o al shopping después de pagar los gastos fijos del hogar: la luz, el gas, el transporte, el alquiler y las expensas. En promedio, el ingreso disponible es un 10% menor que hace un año y medio. Si yo fuera gobierno, te diría que hace un año y medio era mentira, porque había plan platita y todo era artificial, y tendría razón. Entonces te diría que el sinceramiento inicial era inexorable porque lo que no pagábamos de luz lo gastábamos en restaurantes, y era transitorio. Después tuvo una caída muy abrupta al principio, y luego se recuperó bastante rápidamente en la segunda mitad del año pasado, pero se quedó ahí.
Entonces, existe el riesgo de que el rebote en “V” sea más una raíz cuadrada y se recupere muy parsimoniosamente. Son números, no es muy opinable. A veces se discute desde la euforia o desde la catástrofe, y no es conducente eso. Se destacan datos buenos y se solapan los malos, o viceversa. Hoy, las luces amarillas que aparecen en el tablero y que hay que frenar para que eso no siga así con el tipo de cambio y la generación de empleo. Son dos luces amarillas, no rojas. Eso se ve en que el balance comercial este año va a ser la mitad del año pasado. Cuando incorporamos los servicios, como los viajes, ya pasa a ser deficitario. Eso significa que los argentinos consumimos más de lo que producimos desde hace un año. Eso puede ser un indicio de tipo de cambio desalineado.
En cuanto a los sectores que generan empleo, la construcción está un 20% abajo de lo que era hace un año y medio porque el metro cuadrado está muy caro. Cuando se desalinean los precios relativos o se inducen valores que no son de equilibrio, porque no hay una flotación totalmente libre, sino que está administrada, eso después cruje. Y cruje en el balance externo o en el empleo, entonces no se genera empleo suficiente. y eso resiente el consumo.
El diagnóstico de Cristina Kirchner es que el plan del Gobierno tiene fecha de vencimiento, como el yogur. ¿Vos ves que sea plausible? ¿Ves alguna posibilidad de que este plan intrínsecamente tenga un problema en su génesis que lo haga tener fecha de vencimiento?
No creo que Milei tenga fecha de vencimiento, sino que sí depende críticamente de las cosas que se vayan haciendo en el camino. La prioridad era estabilizar porque si no sacás la cabeza de debajo del agua, no podés pensar. Entonces, la inflación era del 20% mensual, y ahora es del 2%. Después, empezaron con la agenda fiscal primero, que fue algo muy valiente y audaz. Siguieron con la monetaria, de no darle a la maquinita, que depende de la primera. La cambiaria se empezó a desandar hace dos meses, cuando se empezó a levantar el cepo. El primer parcial salió bien porque no salió volando el dólar, pero no se juntaron reservas.
Si no se juntan reservas, no se compran reservas propias y se cuentan reservas prestadas, que no es lo mismo, y el discurso oficial es que no les hace falta juntar reservas propias. Pero vamos a un régimen de libre flotación. ¿Vos sabés la adrenalina que va a tener esa montaña rusa el día que terminemos de levantar el cepo? Hay que juntar reservas propias. El discurso oficial desdeña eso, entonces uno se pregunta si eso lo dicen o lo creen de verdad. Porque si lo dicen, no me preocupa tanto. Ahora, si lo creen de verdad, sí me preocupa y vamos a tener un problema de yogur.
Afortunadamente, es mejor la calidad de la política cambiaria que el discurso, que es más errático. Peor sería si fuera al revés. Pero igual, el discurso no es inocuo, porque vas perdiendo credibilidad. No creo que Milei tenga fecha de vencimiento. El primer test del levantamiento del cepo era que la volatilidad sea baja, algo que se logró. El segundo es comprar reservas, pero por ahora no se logró. El tercero va a ser que baje el riesgo país, y entonces poder renovar la deuda voluntariamente a partir de 2026. Ese examen va a tener varios parciales y va a durar todo un año, por lo menos. No creo que Cristina tenga bien aceitado el diagnóstico, porque depende de lo que se vaya haciendo. Probablemente, para comprar reservas, va a hacer falta otro tipo de cambio. Si no, va a haber más demanda que oferta a este tipo de cambio.
¿Creés que esa corrección pueda producirse después de octubre?
Sí, puede ser. Lo que no creo es que se produzca antes, porque el único objetivo del Gobierno es que la inflación no suba. Entonces, se depone un poquito la estrategia de desarrollo a largo plazo por el objetivo electoral corto y priorizan que la inflación empiece con uno, entonces no quieren correr riesgos cambiarios. Para eso, con la palabra y con la acción se favorece la inversión de corto plazo, lo que llaman carry trade, se venden futuros para diciembre o se quitan restricciones, como los períodos de inmovilización de los inversores externos, para desalentar ese capital golondrina. Es decir, se trata de una serie de medidas concretas que van favoreciendo ese no movimiento cambiario para que no tenga ningún daño colateral sobre la inflación. Después de la elección puede empezar otro partido.
Normalmente sucede que, frente a los triunfos electorales, aquello que fue considerado una especie de muleta o de puente se termina cristalizando como algo definitivo. ¿Sería saludable que después de las elecciones se asumiera que el tipo de cambio no es el adecuado?
Sería saludable que se termine de normalizar el mercado de cambios y que el tipo de cambio sea el que sea, sin intervención, como promoción de la oferta de corto y el dilatamiento de la demanda. Eso sería saludable porque cuando hay mucha evidencia anecdótica en el mismo sentido, deja de ser anecdótica y pasa a ser sistémica.
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En función de tu propia experiencia, ¿encontrás algún punto de contacto entre el triunfo electoral que tuvo el PRO en el 2017 y el que parece indicar tendría La Libertad Avanza en este 2025? ¿Hay alguna similitud? ¿Se puede inferir algo a posteriori?
Las experiencias nunca son idénticas. Hay similitudes y diferencias. Hay alguna similitud, como en que los flujos matan stocks. ¿A qué me refiero? El tipo de cambio manda. En diciembre de 2015, el gobierno de Mauricio Macri tenía reservas netas negativas de 3.000 millones, y levantó el cepo en un día. ¿Y qué pasó? Nada. El tipo de cambio se fue a 16 pesos y después bajó a 13 pesos en 15 días. En los dos años siguientes se acumularon unos 50.000 millones de dólares de reservas porque había más oferta que demanda, porque el tipo de cambio estaba bien. Después se desalineó el tipo de cambio y se ganó el medio término. Los procesos políticos suelen enamorarse de las cosas que les van dando resultados.
Peter Drucker decía: “Se muere de éxito”.
Exacto, se sale demasiado tarde. En 2017 pudo haber pasado algo de eso, como pasó con la convertibilidad en 1997. Entonces, el tipo de cambio se desalineó, y el día que se cortó el crédito los 50.000 millones de reservas duraron cinco meses, porque flujo mata stocks. El tipo de cambio estaba desalineado, había más demanda que oferta, y se voló todo, se demandó. No desapareció: se cambió por deuda o por pesos.
Entonces, sí, puede haber una similitud. No tiene por qué terminar igual. Hay que ver las luces amarillas a tiempo. Porque si es tarde, es traumático. El déficit de cuenta corriente —o sea, lo que estamos consumiendo más de lo que producimos— es 1% del producto. No es un nivel inmanejable. Lo que pasa es que hace un año era superávit y ahora es déficit. Para que tengamos una referencia, en 2017 había sido como cuatro puntos del producto.
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¿Para que haya inversión, confianza, se genere sustentabilidad y se corrija cualquier exceso, la palabra que está faltando en la Argentina es “consenso”? Yo recuerdo a Horacio Rodríguez Larreta decir que no es solo ganar una elección, sino que después tenés que ganar la voluntad de 180 diputados, 50 senadores y una docena de gobernadores para llevar adelante los cambios de una manera consensuada. ¿El problema intrínseco de la economía es político? Más tarde o más temprano, siempre queda la duda de que lo que se va en una dirección, un exceso, es la fuerza contraria va para lo opuesto.
Sí, claro. Sé que vos sos un cultor de los consensos, y coincido. Empezaste hablando del RIGI y las inversiones, y en la medida que todo eso sea temporario, nada va a servir. Entonces, después hay riesgo de que venga otro gobierno y lo desarme. Ya tuvimos RIGI nosotros en el pasado. Después vino otro gobierno y dijo: “¿Viste que tenías estabilidad impositiva a 30 años? Te la saco.” Nos pasó a nosotros. En la provincia de Buenos Aires estuve en pelea con los gremios estatales por el presentismo, para poner control de ausentismo con un régimen de verificación de presencia. El día que perdimos duró un día eso. Y te estoy diciendo una cosa micro, una pavada.
Si no podemos tener consensos básicos, viene otro gobierno, y el 80% de las cosas que hiciste las deja. Porque si no, es volver a cero. Ese país, sin consensos y sin estabilidad de las políticas, no tiene inversión porque no tiene destino. Se votó una reforma tributaria en 2017, y después los mismos diputados y senadores votaron la contraria en 2019, por ejemplo. Ahora está de moda decir que primero hay que reformar para generar consenso a partir del éxito. Nadie tiene garantizado el éxito. No puede depender de que la soja valga 300 o 400. Tiene que haber consenso sobre las ideas, el rumbo, el destino y las prácticas. Me parece que este gobierno medio desprecia ese enfoque.
TV/EM