El belicismo ha alcanzado su punto álgido en Europa. Todo comenzó cuando Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump, decidió que no valía la pena financiar la “protección” militar de las capitales europeas contra enemigos potenciales. Trump quiere impedir que Estados Unidos financie la mayor parte de la OTAN y proporcione su poderío militar, y quiere poner fin al conflicto entre Ucrania y Rusia para poder concentrar su estrategia imperialista en el hemisferio occidental y el Pacífico, con el objetivo de contener y debilitar el auge económico de China.
La estrategia de Trump ha sembrado el pánico entre las élites gobernantes europeas. Les preocupa de repente que Ucrania pierda ante las fuerzas rusas y que, en poco tiempo, Putin esté en las fronteras de Alemania o, como afirman el primer ministro británico Keir Starmer y un exjefe del MI5, “en las calles británicas”.
Sea cual sea la validez de este supuesto peligro, se ha creado la oportunidad para que los servicios militares y secretos europeos suban la apuesta y exijan el fin del llamado “dividendo de paz” que comenzó tras la caída de la temida Unión Soviética [acuñado por Bush padre y Thatcher, incentivaba a recortar los gastos de defensa para destinarlos a otras áreas de la economía, NdT] y ahora inicien el proceso de rearme. La Alta Representante de la UE para la Política Exterior, Kaja Kallas, explicó la política exterior de la UE tal como la veía: “Si juntos no somos capaces de ejercer suficiente presión sobre Moscú, ¿cómo podemos afirmar que podemos derrotar a China?”.
Se ofrecen varios argumentos para rearmar el capitalismo europeo. Bronwen Maddox, directora de Chatham House, el think tank de relaciones internacionales que presenta principalmente las opiniones del estado militar británico, comenzó afirmando que el gasto en defensa es el mayor beneficio público de todos, ya que es necesario para la supervivencia de la democracia frente a las fuerzas autoritarias. Pero defender la democracia tiene un precio: “El Reino Unido podría tener que endeudarse más para financiar el gasto de defensa que necesita con tanta urgencia. Durante el próximo año y en adelante, los políticos tendrán que prepararse para recuperar dinero mediante recortes en las prestaciones por enfermedad, las pensiones y la atención médica”. Continuó: “Si se tardó décadas en aumentar este gasto, puede que se tarde décadas en revertirlo”, por lo que Gran Bretaña debe ponerse manos a la obra. “Starmer pronto tendrá que fijar una fecha para la cual el Reino Unido alcance el 2,5 % del PIB en gasto militar, y ya hay quienes argumentan que esta cifra debe ser mayor”. Al final, los políticos tendrán que persuadir a los votantes para que renuncien a algunos de sus beneficios para financiar la defensa.
Martin Wolf, el gurú económico keynesiano liberal del Financial Times, señaló: “El gasto en defensa deberá aumentar sustancialmente. Cabe destacar que fue del 5% del PIB del Reino Unido, o más, en las décadas de 1970 y 1980. Puede que no necesite mantenerse en esos niveles a largo plazo: la Rusia moderna no es la Unión Soviética. Sin embargo, puede que deba ser tan alto como ese durante la preparación, especialmente si Estados Unidos se retira”.
¿Cómo financiar esto? “Si el gasto en defensa ha de ser permanentemente más alto, los impuestos deben subir, a menos que el gobierno pueda encontrar suficientes recortes de gasto, lo cual es dudoso”. Pero no se preocupen, el gasto en tanques, tropas y misiles es realmente beneficioso para una economía, dice Wolf. “El Reino Unido también puede esperar, de manera realista, retornos económicos de sus inversiones en defensa. Históricamente, las guerras han sido la madre de la innovación”. Luego cita los maravillosos ejemplos de los beneficios que Israel y Ucrania han obtenido de sus guerras: “La economía emergente de Israel comenzó en su ejército. Los ucranianos ahora han revolucionado la guerra con drones”. No menciona el coste humano que supone la innovación bélica. Wolf continúa: “Sin embargo, el punto crucial es que la necesidad de gastar significativamente más en defensa debe considerarse más que una simple necesidad y también más que un simple coste, aunque ambas cosas son ciertas. Si se hace correctamente, también representa una oportunidad económica”. Así pues, la guerra es la salida al estancamiento económico.
Wolf grita que Gran Bretaña necesita ponerse manos a la obra: “Si Estados Unidos ya no es un defensor de la democracia liberal, la única fuerza potencialmente lo suficientemente fuerte como para llenar el vacío es Europa. Si los europeos quieren tener éxito en esta difícil tarea, deben empezar por asegurar su hogar. Su capacidad para hacerlo dependerá a su vez de recursos, tiempo, voluntad y cohesión… Sin duda, Europa puede aumentar sustancialmente su gasto en defensa”. Wolf argumentó que debemos defender los tan cacareados “valores europeos” de libertad personal y democracia liberal. “Hacerlo será económicamente costoso e incluso peligroso, pero necesario…” porque “Europa tiene ’quintas columnas’ casi en todas partes”. Concluyó: “Si Europa no se moviliza rápidamente en su propia defensa, la democracia liberal podría hundirse por completo. Hoy nos sentimos un poco como en la década de 1930. Esta vez, por desgracia, Estados Unidos parece estar en el bando equivocado”.
El columnista del Financial Times, Janan Ganesh , un “conservador progresista” lo explicó sin rodeos: “Europa debe recortar su estado de bienestar para construir un estado de guerra. No hay forma de defender el continente sin recortes en el gasto social”. Dejó claro que los avances que la clase trabajadora logró tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero que se fueron reduciendo gradualmente en los últimos 40 años, deben ahora prescindirse por completo. “La misión ahora es defender la vida de Europa. ¿Cómo, si no es mediante un estado de bienestar más pequeño, se financiará un continente mejor armado?”. La época dorada del estado de bienestar de posguerra ya no es posible. “Cualquier persona menor de 80 años que haya pasado su vida en Europa puede ser excusada por considerar un estado de bienestar gigante (sic – MR) como la norma natural. En realidad, fue producto de circunstancias históricas extrañas, que prevalecieron en la segunda mitad del siglo XX y ya no prevalecen”.
Sí, correcto, las ganancias para los trabajadores en la época dorada fueron la excepción a la norma en el capitalismo (’circunstancias históricas extrañas’). Pero ahora, “las obligaciones de pensiones y atención médica iban a ser lo suficientemente difíciles de afrontar para la población trabajadora incluso antes del actual shock de defensa… Los gobiernos tendrán que ser más tacaños con los mayores. O, si eso es impensable dado su peso en el voto, la cuchilla tendrá que caer sobre áreas de gasto más productivas… En cualquier caso, el estado del bienestar tal como lo hemos conocido debe retroceder un poco: no lo suficiente como para que ya no lo llamemos así, pero sí lo suficiente como para que se note el cambio”. Ganesh, el verdadero conservador, ve el rearme como una oportunidad para que el capital realice las reducciones necesarias en el bienestar y los servicios públicos. “Los recortes del gasto son más fáciles de vender en nombre de la defensa que en nombre de una noción generalizada de eficiencia… Aun así, ese no es el propósito de la defensa, y los políticos deben insistir en este punto. El propósito es la supervivencia”. Así que el llamado “capitalismo liberal” necesita sobrevivir, lo que implica reducir el nivel de vida de los más pobres y gastar dinero en guerras. Del estado de bienestar al estado de guerra.
El primer ministro polaco, Donald Tusk, llevó el belicismo a otro nivel. Declaró que Polonia “debe aprovechar las posibilidades más modernas, también en lo que respecta a las armas nucleares y las armas no convencionales modernas” . ¿Podemos suponer que “no convencionales” se refería a armas químicas?. Como señaló Tusk: “Lo digo con plena responsabilidad: no basta con comprar armas convencionales, las más tradicionales”.
Así pues, en casi toda Europa, se pide un mayor gasto en defensa y rearme. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha propuesto un Plan para el Rearme Europeo que pretende movilizar hasta 800.000 millones de euros para financiar un aumento masivo del gasto en defensa. “Nos encontramos en una era de rearme, y Europa está preparada para aumentar drásticamente su gasto en defensa, tanto para responder a la urgencia a corto plazo de actuar y apoyar a Ucrania, como para abordar la necesidad a largo plazo de asumir una mayor responsabilidad en nuestra propia seguridad europea”, declaró. En virtud de una “cláusula de escape de emergencia”, la Comisión Europea exigirá un aumento del gasto en armamento, incluso si infringe las normas fiscales vigentes. A continuación, se añadirán los fondos COVID no utilizados (90.000 millones de euros) y más préstamos a través de un “nuevo instrumento”, para proporcionar 150.000 millones de euros en préstamos a los Estados miembros y financiar inversiones conjuntas en defensa en capacidades paneuropeas, como defensa aérea y antimisiles, sistemas de artillería, misiles y municiones, drones y sistemas antidrones. Von der Leyen afirmó que si los países de la UE aumentan su gasto en defensa en un 1,5 % del PIB de media, se podrían liberar 650.000 millones de euros en los próximos cuatro años. Sin embargo, no habría financiación adicional para inversión, proyectos de infraestructura ni servicios públicos, ya que Europa debe dedicar sus recursos a prepararse para la guerra.
Al mismo tiempo, como lo expresó el Financial Times, el gobierno británico “está haciendo una rápida transición del verde al gris acorazado al colocar ahora la defensa en el centro de su enfoque hacia la tecnología y la fabricación”. Starmer anunció un aumento en el gasto de defensa al 2,5% del PIB para 2027 y la ambición de alcanzar el 3% en la década de 2030. La ministra de finanzas británica, Rachel Reeves, quien ha estado recortando constantemente el gasto en créditos por hijo, pagos de invierno para personas mayores y beneficios por discapacidad, anunció que el mandato del nuevo Fondo Nacional de Riqueza del gobierno laborista se modificaría para permitirle invertir en defensa. Los fabricantes de armas británicos están locos de alegría.”Dejando de lado la ética de la producción de armas, que disuade a algunos inversores, hay mucho que apreciar en la defensa como estrategia industrial”, dijo un director ejecutivo del sector.
En Alemania, el canciller electo del nuevo gobierno de coalición, Friedrich Merz, impulsó en el parlamento alemán una ley para poner fin al llamado “freno fiscal”, que prohibía a los gobiernos alemanes endeudarse más allá de un límite estricto o endeudarse para financiar el gasto público. Pero ahora, el gasto militar deficitario tiene prioridad sobre todo lo demás, siendo el único presupuesto sin límite. El objetivo de gasto en defensa eclipsará el gasto deficitario disponible para el control climático y la urgente infraestructura.
El gasto gubernamental anual debido al nuevo paquete fiscal alemán será mayor que el auge del gasto que vino con el Plan Marshall de posguerra y con la reunificación alemana a principios de los años 1990.
Eso me lleva a los argumentos económicos a favor del gasto militar. ¿Puede el gasto militar impulsar una economía que está atrapada en una depresión, como lo ha estado gran parte de Europa desde el final de la Gran Recesión en 2009? Algunos keynesianos creen que sí. El fabricante de armas alemán Rheinmetall dice que la fábrica inactiva de Volkswagen en Osnabrück podría ser una candidata principal para la conversión a la producción militar. El economista keynesiano Matthew Klein, coautor con Michael Pettis de Trade Wars are Class Wars, saludó la noticia: “Alemania ya está construyendo tanques. Los estoy animando a construir muchos más tanques”.
La teoría del “keynesianismo militar” tiene una historia. Una variante de esto fue el concepto de la “economía armamentística permanente” que fue adoptado por algunos marxistas para explicar por qué las principales economías no entraron en una depresión después del final de la Segunda Guerra Mundial, sino que entraron en un largo auge con solo recesiones leves, que duró hasta la crisis internacional de 1974-75. Esta “edad de oro” sólo podía explicarse, dijeron, por el gasto militar permanente para mantener la demanda agregada y sostener el pleno empleo.
Pero la evidencia que sustenta esta teoría del auge de posguerra no existe. El gasto militar del gobierno británico cayó de más del 12% del PIB en 1952 a alrededor del 7% en 1960 y disminuyó durante la década de 1960 hasta alcanzar aproximadamente el 5% a finales de la década. Y, sin embargo, la economía británica tuvo un mejor desempeño que en cualquier otro momento desde entonces. En todos los países capitalistas avanzados, el gasto en defensa representó una fracción sustancialmente menor de la producción total a finales de la década de 1960 que a principios de la de 1950: del 10,2% del PIB en 1952-53, en el auge de la Guerra de Corea, a tan solo el 6,5% en 1967. Aun así, el crecimiento económico se mantuvo prácticamente durante la década de 1960 y principios de la de 1970.
El auge de la posguerra no fue resultado de un gasto gubernamental en armas de estilo keynesiano, sino que se explica por la alta rentabilidad del capital invertido por las principales economías en la posguerra. En todo caso, fue al revés. Dado que las principales economías crecían relativamente rápido y la rentabilidad era alta, los gobiernos podían permitirse mantener el gasto militar como parte de su objetivo geopolítico de “guerra fría” para debilitar y aplastar a la Unión Soviética, el entonces principal enemigo del imperialismo.
Sobre todo, el keynesianismo militar va en contra de los intereses de los trabajadores y de la humanidad. ¿Estamos a favor de fabricar armas para matar gente con el fin de crear empleos? Este argumento, a menudo promovido por algunos líderes sindicales, prioriza el dinero sobre las vidas. Keynes dijo una vez: “El gobierno debería pagar a la gente para que cave hoyos en la tierra y luego los rellene”. La gente respondía: “Eso es una tontería, ¿por qué no pagar a la gente para que construya carreteras y escuelas?”. Keynes respondía: “De acuerdo, págales para que construyan escuelas. La cuestión es que no importa lo que hagan mientras el gobierno genere empleos”.
Keynes se equivocó. Sí importa. El keynesianismo aboga por cavar hoyos y rellenarlos para crear empleos. El keynesianismo militar aboga por cavar tumbas y llenarlas de cadáveres para crear empleos. Si no importa cómo se crean empleos, ¿por qué no aumentar drásticamente la producción de tabaco y promover la adicción para crear empleos? Actualmente, la mayoría de la gente se opondría a esto por considerarlo directamente perjudicial para la salud. Fabricar armas (convencionales y no convencionales) también es directamente perjudicial. Y existen muchos otros productos y servicios socialmente útiles que podrían generar empleos y salarios para los trabajadores (como escuelas y viviendas).
El ministro de Defensa del gobierno británico, John Healey, insistió recientemente en que aumentar el presupuesto de armamento convertiría a nuestra industria de defensa en el motor del crecimiento económico del país. ¡Excelentes noticias! Desafortunadamente para Healey, la asociación comercial de la industria armamentística británica (ADS) estima que el Reino Unido cuenta con unos 55.000 empleos en el sector de la exportación de armas y otros 115.000 en el Ministerio de Defensa. Incluso incluyendo estos últimos, esto representa tan solo el 0,5 % de la fuerza laboral británica (vease el informe “De armas a energías renovables” del CAAT para obtener más detalles). Incluso en los Estados Unidos, la proporción es más o menos la misma.
Existe una cuestión teórica que se debate a menudo en la economía política marxista: si la producción de armas genera valor en una economía capitalista. La respuesta es afirmativa para los productores de armas. Los contratistas de armas entregan bienes (armas) que son pagados por el gobierno. Por lo tanto, el trabajo que las produce genera valor y plusvalía. Pero a nivel de la economía en su conjunto, la producción de armas no genera valor futuro, al igual que los bienes de lujo destinados al consumo capitalista. La producción de armas y bienes de lujo no reingresa al siguiente proceso de producción, ni como medios de producción ni como medios de subsistencia para la clase trabajadora. Si bien genera plusvalía para los capitalistas armamentísticos, la producción de armas no es reproductiva y, por lo tanto, amenaza la reproducción del capital. Por lo tanto, si el aumento de la producción global de plusvalía en una economía se ralentiza y la rentabilidad del capital productivo comienza a disminuir, la reducción de la plusvalía disponible para la inversión productiva con el fin de invertir en gasto militar puede perjudicar la salud del proceso de acumulación capitalista.
El resultado depende del efecto en la rentabilidad del capital. El sector militar generalmente tiene una composición orgánica de capital más alta que el promedio en una economía, ya que incorpora tecnologías de vanguardia. Así que el sector de las armas tendería a reducir la tasa media de ganancias. Por otro lado, si los impuestos recaudados por el estado (o los recortes en el gasto civil) para pagar la fabricación de armas son altos, entonces la riqueza que de otro modo podría ir a la mano de obra puede distribuirse al capital y, por lo tanto, puede aumentar el valor excedente disponible. El gasto militar puede tener un efecto ligeramente positivo en las tasas de beneficio en los países exportadores de armas, pero no en los países que importan armas. En estos últimos, el gasto en el ejército es una deducción de las ganancias disponibles para la inversión productiva.
Desde un punto de vista más general, el gasto en armas no puede ser decisivo para la salud de la economía capitalista. Por otro lado, la guerra total puede ayudar al capitalismo a salir de la depresión y la depresión. Es un argumento clave de la economía marxista (al menos en mi versión) que las economías capitalistas solo pueden recuperarse de manera sostenida si la rentabilidad promedio de los sectores productivos de la economía aumenta significativamente. Y eso requeriría una destrucción suficiente del valor del “capital muerto” (acumulación pasada) que ya no es rentable.
La Gran Depresión de la década de 1930 en la economía estadounidense duró tanto tiempo porque la rentabilidad no se recuperó a lo largo de esa década. En 1938, la tasa de ganancias corporativas de EEUU todavía era menos de la mitad de la tasa de 1929. La rentabilidad solo se recuperó una vez que la economía de guerra estaba en marcha, a partir de 1940.
Así que no fue el “keynesianismo militar” lo que sacó a la economía estadounidense de la Gran Depresión, como a algunos keynesianos les gusta pensar. La recuperación económica estadounidense de la Gran Depresión no comenzó hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial. La inversión despegó solo a partir de 1941 (Pearl Harbor) para alcanzar, como porcentaje del PIB, más del doble del nivel de inversión de 1940. ¿A qué se debió esto? Bueno, no fue el resultado de un repunte de la inversión del sector privado. Lo que ocurrió fue un aumento masivo de la inversión y el gasto público. En 1940, la inversión del sector privado aún estaba por debajo del nivel de 1929 y, de hecho, cayó aún más durante la guerra. El sector estatal absorbió casi toda la inversión, ya que los recursos (valor) se desviaron a la producción de armas y otras medidas de seguridad en una economía de guerra plena.
Pero ¿no es el aumento de la inversión y el consumo públicos una forma de estímulo keynesiano, pero a un nivel superior? Pues no. La diferencia se revela en el continuo colapso del consumo. La economía de guerra se financió restringiendo las oportunidades de los trabajadores para gastar los ingresos de sus empleos durante la guerra. Se forzó el ahorro mediante la compra de bonos de guerra, el racionamiento y el aumento de impuestos para financiar la guerra. La inversión pública significó la dirección y planificación de la producción por decreto gubernamental. La economía de guerra no estimuló al sector privado, sino que sustituyó al “libre mercado” y a la inversión capitalista para obtener ganancias. El consumo no restableció el crecimiento económico como esperarían los keynesianos (y quienes ven la causa de la crisis en el subconsumo); en cambio, se invirtió principalmente en armas de destrucción masiva.
La guerra puso fin decisivamente a la depresión. La industria estadounidense fue revitalizada por la guerra y muchos sectores estaban orientados a la producción de defensa (por ejemplo, aeroespacial y electrónica) o completamente dependientes de ella (energía atómica). Los rápidos cambios científicos y tecnológicos de la guerra continuaron e intensificaron las tendencias iniciadas durante la Gran Depresión. Como la guerra dañó gravemente a todas las principales economías del mundo, excepto a los Estados Unidos, el capitalismo estadounidense ganó hegemonía económica y política después de 1945.
Guiglelmo Carchedi explicó: “¿Por qué la guerra trajo tal salto en la rentabilidad en el período 1940-5? El denominador de la tasa no solo no subió, sino que disminuyó porque la depreciación física de los medios de producción era mayor que las nuevas inversiones. Al mismo tiempo, el desempleo prácticamente desapareció. La disminución del desempleo hizo posible que los salarios fueran más altos. Pero los salarios más altos no restaron rentabilidad. De hecho, la conversión de industrias civiles en militares redujo el suministro de bienes civiles. Los salarios más altos y la producción limitada de bienes de consumo significaban que el poder adquisitivo de la mano de obra tenía que ser comprimido en gran medida para evitar la inflación. Esto se logró instituyendo el primer impuesto sobre la renta general, desalentando el gasto de los consumidores (se prohibió el crédito al consumidor) y estimulando el ahorro del consumidor, principalmente a través de la inversión en bonos de guerra. En consecuencia, el trabajador se vio obligado a posponer el gasto de una parte considerable de los salarios. Al mismo tiempo, la tasa de explotación del trabajo aumentó. En esencia, el esfuerzo de guerra fue una producción masiva de medios de destrucción financiado por el trabajo”.
Deje que Keynes lo resuma: “Parece que es políticamente imposible para una democracia capitalista organizar el gasto a la escala necesaria para hacer los grandes experimentos que probarían mi posición, excepto en condiciones de guerra”, de The New Republic (citado de P. Renshaw, Journal of Contemporary History 1999 vol. 34 (3) p. 377 -364).
Publicado originalmente en inglés en el blog del autor el 22 de marzo de 2025.