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7 septiembre, 2025

La riesgosa apuesta bonaerense

“Si ganamos se da vuelta todo”. El funcionario libertario elige creer. Más en los posibles efectos de un triunfo violeta en los comicios bonaerenses de hoy, que en la probabilidad de una victoria.

El Gobierno ha preferido mostrarse, con algún dejo de resignación, a una derrota digna ante el oficialismo provincial kirchnerista, de entre 3 y 5 puntos. Javier Milei, en el cierre de campaña en Moreno, eligió hablar de empate.

En la mayoría de los despachos de la Casa Rosada se eligió la cautela respecto al resultado. Es difuso entender si ello es consecuencia de algunas encuestas recientes o si funciona como cábala por el antecedente porteño de mayo, cuando la lista peronista encabezada por Leandro Santoro parecía ser la favorita y al final se impuso Manuel Adorni.

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Amén de los motivos o de la estrategia previa en sí, lo cierto es que nadie como el mileísmo alimentó a lo que vaya a pasar hoy en la provincia de Buenos Aires con una carga que puede lucir excesiva.

En boca del propio Gobierno, pareciera que vencer al kirchnerismo es lo único que importa. Esa máxima se realza en el territorio bonaerense, por el peso electoral (40% del padrón nacional) y porque en el resto de las provincias el poderío K se fue diluyendo dentro del peronismo.

Según la profecía mileísta, cumplir con ese objetivo hoy despejaría gran parte de los problemas que aquejan a la administración libertaria en la actualidad.

Así, en lo político, conseguiría dejar atrás el escándalo de los audios de Diego Spagnuolo, en los que la hermanísima Karina y su mano derecha, Eduardo ‘Lule’ Menem, quedan involucrados en presuntos casos de coimas por compras de medicamentos para discapacitados.

Entienden que el respaldo bonaerense tranquilizaría las crecientes y explosivas internas en el elenco oficial, con la consecuente reactivación de las tareas de gestión, casi paralizadas o bajo estado de shock en las últimas semanas.

Suponen también que podría frenar las recientes andanadas del Congreso contra decisiones del Ejecutivo, como volvió a ocurrir el último jueves cuando el Senado ratificó la emergencia en discapacidad, contra el veto presidencial.

Auguraron asimismo, que, con el agite del “riesgo kuka”, las urnas bonaerenses podrían arrojar sosiego a los mercados y calmar las presiones sobre el dólar, que obligaron esta semana a que el Ministerio de Economía blanqueara su intervención en una cotización que sólo flota en mentes ingenuas. O interesadas.

Obviamente, el derrame beneficioso a los ojos gubernamentales incluiría un tránsito asfaltado hacia los comicios legislativos de octubre, que serían un mero trámite para corroborar que Todo Marcha Acorde al Plan (TMAP).

Independientemente de que se reestrene una “campaña del miedo”, como hace cada oficialismo para intentar asustar al electorado, lo cierto es que esta apuesta del Gobierno frente a la elección bonaerense conlleva una alta dosis de riesgo, resumida en una pregunta concisa: ¿Y si pierde? El todo o nada puede resultar efectivo como táctica electoral y peligrosísimo para gobernar.

Ante la posibilidad de derrota violeta, serán claves las reacciones. Tanto la del oficialismo nacional (¿será cierto que hay dirigentes que tienen preparadas denuncias de fraude?) como la del provincial (¿discurso local o con búsqueda nacional?).

Sucede que Axel Kicillof también ató a la elección de hoy gran parte de su suerte política. Perder con la alianza mileísta (LLA+PRO) no lo mata, pero lo hiere seriamente. A él y a una porción del peronismo.

Primero, ante el pulso con Milei. Pese a ser un comicio provincial, Kicillof le otorgó a su relato de campaña la confrontación con el Presidente y sus políticas. Un mal resultado atentaría contra esa idea de erigirse en el principal opositor a los libertarios.

Resulta imposible que el gobernador bonaerense logre evitar que se mida el desafío que le planteó a Cristina Fernández de Kirchner + La Cámpora de adelantar la elección. Puede ser “padre de la victoria” (para los propios) o “mariscal de la derrota” (para los cristinistas). La gloria o Devoto, reza el exagerado manual bilardista.

En esa ruleta de (des) equilibrios internos, el peronismo adquiere fichas para todos los gustos. En el cortísimo plazo, el impacto en la legislativa de octubre (la Provincia renueva 35 bancas, casi el triple que la segunda), la gobernabilidad provincial y la de los intendentes.

Más allá en el calendario, la sucesión en la gobernación dentro de dos años (que promete ser despiadada) y si Kicillof tiene chances de encarnar un proyecto presidencial 2027 pankirchnerista para enfrentar a Milei. Sergio Massa y el cordobés Martín Llaryora observan con atención.

La ciudadanía bonaerense que asista hoy a las urnas (atención con las alertas de ausentismo) votará quién ocupará bancas en la Legislatura provincial, Concejos Deliberantes municipales y Consejerías Escolares. La mayoría de estos nombres resultan desconocidos. Eso en lo práctico, porque en lo simbólico hay mucho más en juego. Para todos. Demasiado.

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