Desde un primer momento la principal hipótesis del asesinato de María Florencia González, la peluquera baleada en Empalme Graneros el 9 de agosto, es que se trató de un ataque por error. Parte de esta trama se expuso en una audiencia imputativa a los miembros de una banda criminal del barrio Parque Casas, de la zona norte de Rosario. Allí se refuerza la idea de que la mujer fue confundida con una vecina suya que era el blanco del ataque.
La banda en cuestión, imputada el miércoles pasado por el fiscal César Pierantoni, contó con una característica clave y que se repite en la mayoría de organizaciones criminales de la región. Según la Fiscalía, tenía su mando en la cárcel de Piñero a pesar de las restricciones a presos de alto perfil. Allí el sindicado jefe, Maximiliano “Boli” Blanca, coordinó las actividades de la banda que incluyeron varios hechos violentos entre noviembre de 2024 y agosto de 2025.
Entre otros delitos imputados, a los miembros del grupo les atribuyeron un ataque incendiario ocurrido el 2 de agosto pasado contra una casa de Cavour al 2500, barrio Empalme Graneros. Según la investigación allí vive una mujer que tenía una deuda con la banda. A ella, según trasciende en esta causa, buscaba el sicario que siete días más tarde mató por error a María Florencia González.
El asesinato de María Florencia
María Florencia González tenía 37 años y era peluquera. Su local estaba ubicado a pocos metros de donde el 9 de agosto fue atacada a tiros, en Cavour y Ottone, barrio Empalme Graneros. Tenía dos hijos menores, de los cuales uno estaba con su madre al momento de ser asesinada y también fue herido.
Desde un primero momento los vecinos de Empalme Graneros aseguraron que María Florencia no tenía ningún conflicto. En ese marco sugirieron que la habían matado por error y que en la misma cuadra del ataque funcionaba un punto de venta de drogas administrado por una mujer.
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Esa hipótesis la reforzó luego el fiscal Patricio Saldutti, al confirmar que la víctima “era una persona completamente ajena a cualquier tipo de conflictividad barrial”. También descartó el rumor de que la mujer había denunciado el punto de venta de drogas de la cuadra en la que vivía.
Las amenazas previas
La idea de que María Florencia González fue asesinada por error comenzó a afirmarse todavía más a partir de la declaración de testigos. En ese marco tomó fuerza que el conflicto detrás del crimen lo atravesaba otra mujer, Paola B., una vecina de la víctima. Quienes declararon la ubicaron como una vendedora de drogas que se había volcado a esa actividad para poder consumir.
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Pero con el correr del tiempo Paola comenzó a vender para “Pollo”, apodo de Marcelo Gastón Blanca e imputado en la banda como parte de la banda. En una ocasión la mujer tuvo a su cargo un paquete con cocaína un poco más grande que los que solía conseguir. “Obviamente que se tomó la mayoría de la bocha y no la pagó. Este Pollo se la reclamaba”, confió un testigo.
En ese marco Paola comenzó ser hostigada por esa deuda, como ocurrió con el ataque incendiario del 2 de agosto. Pero también fue blanco de otras amenazas como la que le enviaron en una carta deslizada por debajo de la puerta con la firma de Los Menores. Le exigían “que pague por la zona”, en referencia a una suerte de “permiso” que debía abonar para poder vender drogas.
Era para mí
Los hostigamientos continuaron con un ataque a tiros contra la casa de Paola. En esa ocasión, ocurrida un día antes del asesinato de María Florencia, la mayoría de vecinos de la cuadra apuntaron contra Paola. Entre gritos y acusaciones frente a los policías que habían llegado al lugar, le exigieron que se fuera del barrio porque exponía a los demás vecinos.
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Al día siguiente, cerca de las 22 del sábado 9 de agosto, los vecinos de la cuadra volvieron a escuchar disparos. Algunos testigos habían visto a una mujer y a un adolescente heridos, por lo que el primero rumor del barrio fue que habían matado a Paola y a su hijo.
Los primeros en llegar a la escena se encontraron con que la víctima había sido María Florencia, quien estaba herida de muerte, y su hijo adolescente que también había sido lastimado. “Esto era para mí, esto era para mí”, contaron los testigos que gritó Paola cuando llegó al lugar. Unos minutos después, cuando la policía todavía trabajaba en el lugar, la mujer armó un bolso con sus cosas y se fue del barrio.