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16 mayo, 2025

Fabián Vena: “La filosofía y el teatro son dos actividades que no tienen respuestas”

Un profesor de filosofía se dedica a dictar seminarios en lugares secretos, luego de haber sido expulsado de la universidad. Con el peligro de ser descubierto, debe esconderse para revelar la verdad: en su clase, revela cinco virtudes humanas, cinco cañones del futuro y cinco jinetes del apocalipsis. De esto se trata “Quién soy yo”, el premiado unipersonal protagonizado por Fabián Vena, que se podrá ver este fin de semana en Rosario. Las funciones son el sábado 17 a las 21 y domingo 18 a las 20 en el CEC (Paseo de las Artes y el río). Además, el actor dictará una Masterclass para todo público, sin importar la experiencia previa.

Esta presentación se da en el marco del ciclo Escena CEC, pensado para visibilizar nuevas voces, acercar al público propuestas escénicas de excelencia y promover el acceso a experiencias culturales diversas, a través de una programación que reúne obras locales y nacionales. En este marco, Vena presenta la obra que fue nominada a los premios Estrella de Mar por Mejor Unipersonal y resultó ganadora del galardón a Mejor Música Original. Una “comedia filosófica”, escrita por Daniel Cúparo y Carlos la Casa, a la cual el actor llegó como director y terminó protagonizando.

Además de su reconocida labor como intérprete, que desarrolla hace más de treinta años en teatro y televisión, Vena se desempeña como director de varios proyectos y como docente en su Estudio Integral de Actuación. Esta última veta podrá conocerse en la masterclass que dará el sábado 17, de 15 a 18, con cupo limitado e inscripción previa. Está dirigida a “actrices, actores, estudiantes, comunicadores, profesionales de cualquier rubro o cualquier persona interesada en desarrollar su expresividad, seguridad y presencia”.

Antes de su visita a Rosario, Vena habló con La Capital sobre la propuesta del unipersonal, y su abordaje de la actuación como oficio.

¿Cómo surge el unipersonal “Quién soy yo”?

En principio me convocaron como director y pensaban en otro actor. Arranqué a laburar y resultó que ese actor no podía, y yo ya tenía ideas de puesta, de dirección. Ya me había atrapado muchísimo la obra, porque no solamente me interesa mucho el fenómeno de la filosofía sino porque no podía creer que hubiese una obra entera relacionada pura y exclusivamente con eso. Me interesó demasiado. Empecé a buscar actores en la mente pero ya tenía tantas ideas que no sabía a quién se las iba a poder vender si no era a mí mismo. Así que finalmente decidí hacerla yo. Venía con la experiencia de un monólogo anterior, y reforcé un equipo de trabajo fenomenal, de gente que me conoce hace décadas. Incluso pude incorporar alumnos en ese equipo y eso generó una dinámica creativa muy piola, y nos llevó unos seis meses más terminar de armar la obra.

¿Cómo es ese trabajo colectivo detrás de un unipersonal?

En principio, hay que saber que el teatro es un arte colectivo, generado no sólo por quienes están llevando adelante el espectáculo en sí mismo sino por todo lo que conlleva alrededor: una sala, luces, un boletero, un acomodador. A partir de ahí, hay que saber que el teatro es un lenguaje plagado de rubros y ninguno tiene que estar desmerecido por otro. Al contrario, conceptualmente un espectáculo debe tener una mirada abarcadora, amplia. En el caso de este espectáculo, el tipo da clases clandestinas no sabe dónde va y cae en un depósito de la facultad de medicina. Entonces empieza a dar la clase con lo que hay, dando la idea de que podría hacerla en cualquier ámbito porque en definitiva pensar se puede hacer en cualquier lado. La obra tiene una estructura de módulos universitarios de aprendizaje, y la idea es usar esos rubros y potenciarlos a conveniencia de cada unidad. Si hay una camilla hecha pelota, en una unidad la uso como mesa, después como árbol y después como montaña. Lo mismo sucede con un esqueleto al que le faltan los dientes, que desfila, que baila, que funciona casi como un par mío arriba del escenario.

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¿Qué te llamó la atención del texto en sí mismo que te entusiasmó en ser parte del proyecto?

En principio, era una idea original. Un tipo que rompe con el sistema y da clases clandestinas, con todo lo que implica eso, en sentido ideológico y formal. Al comienzo dice: “No se olviden del solemne juramento que han hecho acerca de no repetir ni una sola palabra de lo que hablemos”. Hay algo de ese juego que en definitiva tiene que ver con que la clandestinidad en realidad es el espacio íntimo y secreto donde a uno se le disparan ideas, de una manera que no haría de forma pública. Me fascinó también la posibilidad de unir a la filosofía y al teatro, y me fui dando cuenta que son dos actividades, de las pocas, que no tienen respuestas. Lo que se genera son preguntas, es acompañar el impulso del otro a pensar, generar un cimbronazo en la mente, en el cuerpo, en lo sensorial. Algo que a uno le permita, en este caso después del espectáculo, a buscar sus respuestas. El espectáculo también trae la idea de que la filosofía está mucho más cerca de lo que nosotros creemos. Es nada más que ponerse a pensar y, como dice el profesor, “disfrutar del sabor de la pregunta sin la ansiedad de la respuesta”.

En este cruce de actividades, también hay algo muy potente tanto en una clase como en una obra de teatro, y que tiene que ver con dejarse afectar con otros ante algo que ocurre de manera presencial.

Yo ahí veo dos cosas. Una tiene que ver con el valor del aprendizaje. No es solo un homenaje a los docentes, sino al espíritu docente que todos llevamos dentro. Ese acto generoso y desinteresado de transmitir algo con la ilusión de que otro lo reciba. Hoy la educación, que debería ser lo más obvio y simple, termina siendo un hecho revolucionario. Lo otro tiene que ver con el cara a cara, con el cuerpo, y eso te lo da el teatro. Y no hay ningún otro arte que implique más corporalidad que el nuestro. El teatro se convierte en teatro cuando hay un espectador, por lo tanto ese espectador es tan protagonista como el que está en el escenario. Yo disfruto mucho ser espectador, porque hay una religiosidad muy fuerte en ir al teatro. En este país hay un vínculo muy fuerte con el teatro, en todos lados.

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Tu masterclass es para todo público, incluso para quienes no tienen experiencia en actuación. ¿Por qué la pensás de esa manera?

Es una actividad que nadie está obligado a hacer, mucho menos ir a aprender teatro. Por eso ya hay mucho valor en el que averigua, el que va, el que paga una entrada, y ordena su vida para dedicarle a algo para lo que no tiene ninguna obligación ni sentido. Tomar clases de teatro siempre hace bien. Están quienes quieren investigar la técnica y en eso es como cualquier otro oficio. Si te interesa cocinar, vas a querer conocer un chef. Lo que intento transmitir siempre es que la actuación es un oficio, con reglas y leyes como cualquier otro. Hay una distorsión sobre la idea de actuar, porque todos actuamos en cierta medida, y solo a unos pocos nos pagan. Pero hay una serie de códigos y herramientas para subirse a un escenario, pararse frente a cámara y vivir la vida de otros. Y por supuesto no son clases solamente teóricas, porque no hay teatro sin poner el cuerpo, sin salir a jugar.

Hace mucho que estás en esta profesión. ¿Qué te sorprende todavía?

Todo lo que va a venir. Esta profesión no tiene jubilación, no tiene finalización. Te encontrás siempre, sobre todo si uno tiene la intención de buscarlo, con un nuevo desafío. Siempre estamos ahí al borde del riesgo, del precipicio, porque esa es la manera de aprender. Vas atravesando la vida y vas empatando los conflictos de los personajes, hay algo ahí de seguir creciendo. Pero nunca se deja de aprender, porque nosotros somos nuestro propio instrumento y tenemos que seguir conociéndonos expresivamente. Y eso es infinito. Si no no podría haberme imaginado nunca hacer un personaje como el de “Mosca y Smith”, un policía que se sacaba malhechores de encima como en un suspiro, cargaba armas, hablaba de una manera. Pero me lo propusieron y salté al vacío. Tampoco jamás me hubiera imaginado hacer este profesor de filosofía que da una clase en la clandestinidad y hace reír y emociona. Cuando me encuentro con personas que pensé que no podían existir y no podía hacer, a mi juego me llamaron.

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