Por Bianca Lombardi *
El retorno de Trump a la Casa Blanca a comienzos de este año no tardó en hacerse sentir. Con una política de alto perfil, el presidente norteamericano anunció algunas de sus políticas económicas y puntualmente arancelarias que hicieron saltar las alarmas en sus socios comerciales.Mientras que en su gestión anterior la guerra comercial estaba principalmente enfocada en China; la propuesta arancelaria para este nuevo período involucra a rivales (que a la vez son socios) más atomizados y diseminados.
Recapitulando
Comenzando la tercera semana del mes el presidente confirmó su decisión de aplicar aranceles del 25% a las importaciones de algunos bienes procedentes de México y Canadá (por el momento al aluminio y el acero; pero se están evaluando productos electrónicos, autopartes, entre otros); y subir al 20% los gravámenes de las provenientes de China (hasta el momento eran del 10%).
Como represalia, China anunció que impondrá aranceles del 10% a las importaciones norteamericanas del petróleo crudo, maquinarias agrícolas y algunos vehículos; y el 15% al carbón y gas natural licuado, entre otras. En la misma línea, Canadá informó que respondería de igual manera, aplicando aranceles del 25% sobre productos estadounidenses, entre los que se destacan el acero, aluminio y computadoras. México por su parte, fue más cauteloso y aún no anunció medidas al respecto. La presidenta mexicana declaró que esperarán hasta el 2 de abril para tomar una decisión, una vez que Trump difunda su política de “aranceles recÍprocos”.
Este régimen de aranceles recíprocos se constituye como otro indicio de una política proteccionista más agresiva que la de su mandato anterior. El mismo implica que Estados Unidos ajustará sus tributos a la importaciones en función no solo de los aranceles que aplican terceros países sobre exportaciones norteamericanas; sino también en base a las distorsiones comerciales que propician sus sistemas impositivos.
¿Quienes son los perdedores y ganadores?
Prima facie podemos decir que los perdedores más inmediatos son los consumidores locales y las empresas canadienses, mexicanas y chinas que exportan a Estados Unidos. Consecuentemente, no se estaría sacando provecho a los tratados de libre comercio existentes entre Washington y los estados mencionados; especialmente el T-MEC – acuerdo de libre comercio firmado por México, Estados Unidos y Canadá-.
Esto nos lleva a una segunda conclusión, y es que como efecto de las represalias de los países afectados, también se verían perjudicados los exportadores estadounidenses. Este no es un dato menor teniendo en cuenta que, por ejemplo, Estados Unidos no paga aranceles en el 82% de sus exportaciones a México ni en el 65% de sus ventas a Canadá, de acuerdo con la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos (USITC).
Como potenciales ganadores podríamos mencionar a las industrias locales de cada país involucrado, que se verían “protegidas”. No obstante, si los aranceles a los insumos aumentan (como son el caso del acero o el aluminio), estas también verán aumentos en sus costos de producción que dificultan su competitividad.
Algunos analistas consideran que las declaraciones de Trump obedecen más bien a herramientas discursivas propias de la negociación. No obstante, lo cierto es que si la guerra comercial se recrudece e involucra a más actores, lo más probable es que nos dirijamos hacia una ralentización en el comercio internacional multilateral con más trabas que liberaciones – especialmente considerando el papel extremadamente importante que tienen Estados Unidos y China en las cadenas globales de producción -.
*Bianca Lombardi. Licenciada en Relaciones Internacionales por la UNR. Maestrando en Comercio Internacional por la escuela de graduados de la UNC.